Una larga enfermedad acabó ayer con la vida de Gorka Agirre, histórico burukide y pieza clave en muchos de los movimientos del PNV en los últimos años. Agirre se ha ido como vivió, con absoluta discreción.
Sobrino del primer lehendakari, José Antonio Agirre, y yerno de quien fue consejero de Interior Luis María Retolaza, Gorka Agirre nació en Amberes durante el exilio de su padre, delegado del Gobierno Vasco en Bélgica. Su militancia política en el PNV le llevó a vivir los últimos años del franquismo en Ipar Euskal Herria, donde conoció el ambiente del nuevo exilio y se relacionó con buena parte de los refugiados y responsables de ETA al norte del Bidasoa. De aquellos tiempos conservó un buen número de relaciones personales que le convirtieron en uno de los mejores conocedores del movimiento independentista. Desde 1988 hasta hace sólo unos meses, Agirre trabajó en el Euskadi Buru Batzar en calidad de burukide y responsable de las relaciones internacionales del PNV, actividades que, sin embargo, no le impidieron participar también en diversas iniciativas políticas en Euskal Herria, relacionadas todas con el contacto entre su formación y la izquierda abertzale.
Estrecho colaborador de Xabier Arzalluz, unió su suerte política al ex-presidente del EBB y se decantó en la pugna interna por el sector liderado por Joseba Egibar, lo que le llevó a participar en un último mandato en la ejecutiva en condición de minoritario.
Imputado en Madrid
Después de cinco décadas de actividad, Baltasar Garzón le imputó haber participado en una estructura de cobro del impuesto revolucionario de ETA en relación al bar Faisán de Behobia. La contundente intervención de Arzalluz y el cierre de filas de su partido en defensa de quien siempre defendió los intereses jelkides le permitieron desembarazarse de la imputación hace sólo unos meses.
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