miércoles, 21 de octubre de 2009

Deslegitimando POR IMANOL MURUA

Puestos a pensar dónde puede estar el comienzo de la historia de las detenciones del martes, el pensamiento acude al 16 de marzo. Siete meses después de salir de la cárcel, Arnaldo Otegi, rodeado de diversos representantes significativos de la izquierda abertzale, mostró la intención de impulsar una nueva estrategia. No fue una conferencia de prensa normal. Era una señal de salida: en medio del profundo debate interno de la izquierda abertzale, esa fotografía significaba que tenía apoyos suficientes para poner en marcha propuestas que den prioridad total a las vías puramente políticas.

Quienes quieren construir una «estrategia eficaz» han seguido trabajando y, según los entendidos, han debatido puertas adentro con mayor crudeza que nunca la dirección que tomar. Otegi prometió los primeros resultados para septiembre, y ya ha llegado el otoño. Mientras tanto, Garzón y Pérez Rubalcaba, a diferencia de ahora, se han limitado a seguir de cerca los pasos de unos y de otros. Por tanto, ¿a qué viene que el ministro-juez decida que ha llegado el momento de cortar las alas a Otegi, Díez y compañía?

Nadie se cree que estuvieran intentando formar la Mesa Nacional sin más. Intentaban construir algo nuevo. Mientras no se publique, no sabremos con qué postura ante la actividad armada de ETA quería partir la iniciativa, pero varias fuentes dicen que tenían sobre la mesa una postura contraria a todas las conculcaciones de derechos humanos como fórmula de distanciarse de la violencia de ETA, apta para encauzar la colaboración entre nacionalistas vascos.

¿Mero cambio de fachada? El ministro del Interior y el juez de la Audiencia Nacional prefieren no saberlo. Está escrito desde antes: en la izquierda abertzale algunos hace tiempo que decidieron que había llegado el momento de dejar las armas, pero también tienen decidido dar ese paso con el consenso de todo el movimiento. Ahí puede estar la clave. Están intentando atraer a ETA a las vías políticas, pero no están dispuestos a romper con ella. Y en Madrid, como han demostrado las detenciones de esta semana, no quieren que Otegi y los suyos atraigan a ETA a las vías políticas, sino que rompan con ella. Solamente les faltaría eso: que la izquierda abertzale forme un movimiento capaz de concurrir a las elecciones forales y locales de 2011 y peligre la estrategia de ampliar la mayoría PSOE-PP a otras instituciones gracias a la ilegalización. Está claro: también en las elecciones de 2011 harán todos los esfuerzos para poder jugar con la ventaja de la ilegalización.

Es sorprendente ver cómo en esta España que dicen que tiene el sistema más garantista de Europa el ministro del Interior ejerce de portavoz del juez. Pérez Rubalcaba ha asegurado que mientras permanezca ETA «ni un solo radical» podrá hacer política. Enzarzados en la cruzada de la deslegitimación de la violencia, están dando argumentos a quienes la utilizan cada vez que detienen a alguien por hacer política. Es muy simple: si te niegan la vía política, te muestran otra.

También pueden extraerse otras conclusiones. Una: el Estado prefiere seguir soportando atentados de ETA que tener que hacer frente a una izquierda abertzale que actúe con otros esquemas ─y, en consecuencia, a la acumulación de fuerzas entre nacionalistas vasco ─. Dos: el Estado difícilmente encontrará mejor excusa para justificar todos los excesos que comete que la violencia de ETA.

El efecto bumerán

La respuesta no será la de siempre: el PNV y Batasuna, junto con otros partidos abertzale, irán a la misma manifestación, al amparo de la convocatoria de la mayoría sindical. No le faltaba razón a quien decía contra Franco vivíamos mejor si quería decir que ante las grandes injusticias es más fácil unirse. Esto no es el franquismo, pero los ataques antidemocráticos ─y la respuesta a esas injusticias─ pueden ser un fuerte estímulo para la colaboración entre nacionalistas vascos. En más de un sitio hemos leído esta semana lo del efecto bumerán.

IMANOL MURUA

Carta abierta a los magistrados españoles por Alfonso Sastre

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